51 IFFR (2022): Crónica (Día 1)

0 Creado por el Vie, 28 enero 2022, 13:19

Comenzamos una nueva edición del Rotterdam International Film Festival  (IFFR), de nuevo desde la comodidad del sofá de casa. Hemos llegado un día tarde por un error en la interpretación de la información facilitada por el festival; y que el servicio de prensa y en concreto Lotte, han logrado solucionar de manera rápida y efectiva: Dank u!

Aquí iremos recogiendo lo que nos parecen las películas que vayamos viendo.

MI VACÍO Y YO  (Big Screen Competition)

«¿Qué es sentirse chico? ¿Qué es sentirse chica?«

La única película española a competición (Big Screen Competition) es la del director valenciano Adrián Silvestre. El director nos presenta, con su tercera película, lo que parece la continuación natural de sus dos anteriores: ‘Los objetos amorosos’ y ‘Sedimentos’. Siempre en el límite entre la ficción y el documental, cruzando a voluntad sus fronteras, parece tomar de la primera una puesta de escena de ficción, para contar historias de personajes reales; mientras que con la segunda parece continuar temas y personas/personajes, mediante un diálogo multi-fílmico y de evolución. Si bien con ‘Sedimentos’ nos habla del pasado, del camino recorrido por seis mujeres trans de diferentes generaciones para llegar al presente, en esta tercera película, nos habla del futuro, del lugar al que se quiere llegar, del camino que se está recorriendo.

Con su peculiar manera de narrar, siempre cercana, nos propone un viaje de encuentro de su ser más íntimo, un tránsito físico y también psicológico para convertirse en una mujer, pero sobre todo para aceptarse y encontrar su lugar, a través de la experiencia de Raphaëlle Pérez. Un viaje de identidad trans en un mundo de estereotipos, de príncipes y finales de cuento, de una transición física, que dispara preguntas y debates, que genera conflictos internos y sociales. El guión surge de la colaboración de la propia Raphaëlle, del director y del guionista y director Carlos Marqués-Marcet ( ‘10.000 km’, ‘Los días que vendrán’). Con elementos claramente del cine documental, introduce también el uso de pantallas de móviles, y juega como ya hiciera en su primera película con los encuentros ficcionados a través de «Tinder», pero reales. Personajes encuadrados y re-encuadrados en marcos y puertas, desequilibrados en plano, tomados desde fuera o bien aislados en el exterior, separados por árboles o elementos arquitectónicos, y explícita en su expresión sexual. Nos habla de los miedos y soledades, de la búsqueda del amor, de la normalidad, y es ahí donde todos podemos empatizar.

También se aborda el papel del arte y de la cultura como medios de canalización, como medios de catarsis y liberación. Una película que logra transmitir confianza y serenidad, que ejerce también una función informativa, transitando entre el drama social y educativo. Podría ser la segunda parte del magnífico documental francés ‘Petite fille’ (Sébastien Lifshitz, 2020), o hacer una estupenda sesión doble.

Adrián vuelve a plantear una película sobre los estereotipos, sobre el amor y la identidad; a través de un viaje de miradas al espejo, de romperlos y de aceptación de la imagen reflejada. 

«Primero yo«

MALINTZIN 17 (Tiger Competition)

«¿Qué estás filmando?. Hay que filmar el pájaro.«

Mara Polgovsky rescata y edita en un documental las imágenes que, en torno a un nido sobre unos cables de alta tensión bajo su casa, grabó su fallecido hermano Eugenio Polgovsky, mientras la vida pasaba a través de su ventana.

Un documental que pareciera grabado durante el confinamiento de la pandemia, por su localización constreñida la ventana de su casa, y que sin embargo se grabó durante siete días y siete noches entre el 8 y el 16 de septiembre de 2016 en Malintzin 17, de Coyoacán, Ciudad de México.

Un minimalista video-diario, documental voyeurístico, que combina la observación del pájaro en su nido cuidando un huevo, con la captación de la vida en ese espacio concreto, desde ese punto de vista de su casa. La observación de los pájaros, mientras conversa y juega con su hija pequeña (a la que está dedicado el documental), poco a poco se extiende a los confines de la calle, a lo que puede alcanzar con la mirada de la cámara. Una mirada filosófica, etnográfica y sonora, que captura la vida durante esos días, y en ese espacio limitado, y a la vez absoluto. El sonido de las ambulancias, de los vendedores ambulantes (afiladores, taqueros, vendedores del gas, de helado,…) se entremezclan con jóvenes, skaters, policías, paseantes de perros, amigos y amantes,… pero también de ardillas, pájaros, nubes y tormentas, árboles y flores. Como una conexión a través de los cables eléctricos y de comunicación, antenas y cables que conforman una red que divide el espacio, que conforman una red como la de la araña. Una continua comparación, entre la naturaleza y el ser humano, una mirada a la obligación de adaptación de la naturaleza ante la presión urbanística. Similitudes y reflejos en los comportamientos, la protección de los niños (entrañable la cobertura del pájaro protegiendo a su bebé bajo el fuerte granizo), otras forzadas como el vuelo del pájaro frente a los cazas y aviones militares.

Una mirada sobre el tiempo, sobre los momentos que pasan, con forma de documental, pero usando fundidos, zooms, cortes, elipsis, voz en off e incluso música extradiegética, combinando el home video, con el trabajo de edición. Una mirada íntima e impresionista, tratando de captar la belleza de lo cotidiano, la universalidad en lo individual, lo eterno en el instante, tratando de contener todos esos momentos para que permanezca cuando el nido quede vacío.

«No me muevas hija, no me muevas.«

NOCHE DE FUEGO (Harbour)

«No les miren a los ojos«

Basada en el libro ‘Prayers for the Stolen‘ (2012) de Jennifer Clement, Tatiana Huezo, curtida en el documental (‘Tempestad’, 2016), adapta libremente y dirige su primera película de ficción. Sin embargo, no se aleja demasiado de esa esencia documental, de descripción y denuncia que bebe de la cruda realidad. La película nos cuenta una historia de amistad y madurez, a través de un profundo y callado drama. Una historia de la inocencia, de la vida, robadas por la violencia de la guerrilla y el narcotráfico, donde las mujeres son las eternas víctimas involuntarias.

La película juega, por un lado, con el punto de vista, apostando por la mirada inocente, de unas niñas que tratan de descubrir el mundo, de aprender y de cuestionar; y se encuentran con barreras y peligros de los que no son conscientes. Un coming of age inusual y poderoso, lleno de potencia visual, tensión, emoción y algo de fantasía. Una historia eminentemente femenina, que pone el foco en el valor y la lucha de las mujeres, madres e hijas, por sobrevivir y por resistir.

Por otro lado, la directora apuesta por el fuera de campo, por aquello que no se ve. Huye del espectáculo de la violencia, de su representación explícita, a través de símbolos y códigos, de sonidos (y silencios) e imágenes, mediante su evocación. Esto obliga al espectador a pensarla e imaginarla, a ponerse en su lugar y sentir. A través de la mirada de la directora de fotografía, Dariela Ludlow, nos presenta una película muy sensorial, muy visual, llena de motivos, gestos y metáforas, que poco a poco construyen, mediante la repetición, una dolorosa sensación de impotencia e irreversibilidad.

El fuera de campo también lo usa la directora para evidenciar la ausencia de los padres, y por extensión de las autoridades e instituciones, que bien huyen y se esconden o sucumben también a la violencia. Un abandono que muestra visualmente, mediante grandes planos generales de enorme belleza, el contexto de la selva que les rodea, que ubica y aísla ese pequeño poblado, desprotegido y aislado del mundo. Una selva que sirve de metáfora, de micromundo, donde la muerte acecha en cada momento, a través de alacranes y serpientes de coral, y que obliga a las niñas a ocultarse (cavar su propia tumba), y camuflarse (cortarse el pelo y no maquillarse); pero que a la vez sirve de zona de juegos y sueños.

Acompañando toda esas decisiones audiovisuales y estéticas, hay que destacar las magníficas interpretaciones de las jóvenes, actrices naturales, que redunda en esa simplicidad y emoción que transmiten, en esa sensación de película documental.

Tatiana Huezo huye del sentimentalismo y del drama, mostrando una historia que se siente real, intercalando momentos de felicidad y alegría, que contrarrestan la fealdad de la realidad que se percibe y se escucha. Una película sobre la cotidianeidad de la mujer en un contexto de violencia, de la presencia constante de la muerte, latente y amenazante; que logra transmitir la sensación de opresión, de sin sentido vital, que la convierte por momentos en un thriller angustioso. El conflicto entre la magia, la honestidad, el inconformismo, y la rebeldía de la infancia, frente a la presencia conceptual y física de la violencia.

«Tenemos que irnos de aquí.«

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