FICHA TÉCNICA

País: Corea del Sur
Dirección: Um Tae-hwa
Guión: Um Tae-hwa, Lee Shin-ji. Cómic: Kim Dong-gyun
Fotografía: Cho Hyung-rae
Reparto: Lee Byung-hun, Park Bo-young, Park Seo-joon, Park Ji-hu, Kim Do-yoon, Kim Sun-young, Na Chul, Kim Hak-sun, Nam Jin-bok
Género: Ciencia ficción
Año: 2023
Duración: 130′

SINOPSIS

Después de un fortísimo terremoto, Seúl ha quedado reducida a escombros. Todo en la ciudad se ha derrumbado, excepto un edificio. Los apartamentos Hwang Gung siguen en pie. Cuando los supervivientes del exterior se enteran de esto, comienzan a reunirse allí. Eso hace que los residentes originales del edificio empiecen a sentirse amenazados y decidan unirse para su supervivencia. Eligen a ‘Young-tak’ como el delegado de los residentes. Bajo su liderazgo, se prohíbe estrictamente la entrada de personas externas y se elabora un nuevo Reglamento para los residentes. Pero, en medio de las continuas amenazas a la supervivencia de los residentes, comienzan a surgir entre ellos conflictos inesperados.

TRAILER

NUESTRA OPINIÓN

«Our apartments… belong to the residents!»

La película comienza con forma documental, utilizando imágenes de archivo para mostrarnos la creciente importancia que en el mundo actual, también en Corea, ha adquirido la posesión de una casa. Observamos el establecimiento de sistemas de loterías y subastas de apartamentos, en bloques de edificios muy grandes y todos iguales, como paso previo a mejores viviendas, pero que finalmente se convierten en definitivas. La felicidad de la clase media, representada por la posesión de un domicilio, símbolo de estatus y de buena vida. Pero, ¿qué pasaría si un terremoto arrasa la ciudad, destruyendo todas las casas? ¿Y si solo quedara un bloque de edificios en pie?.

En su tercera película Um Tae-hwa, que se inspira en ‘Pleasant Outcast Part II’, webtoon (un dibujo animado para internet) creado por Kim Soong-Nyung, nos sitúa en una catástrofe actual, en un mundo reconocible e inmediato, y nos interpela sobre cómo nos comportaríamos nosotros ante las situaciones que vemos en pantalla. No le interesa hablar del origen de la catástrofe (representada como un terremoto imparable, que de un momento a otro lo cambia todo); ni explicar los efectos, si es algo mundial, del continente Asiatico, de Corea o solo de Seúl. Lo único que sabemos es que solo queda un edificio en pie, el Hwang Gung Apartments (Imperial Palace Apartments). El mundo interconectado, de la globalidad, del internet de las cosas, ha quedado reducido a un edificio de apartamentos.

La película nos plantea una vuelta a lo básico, a la supervivencia, a la cueva, a la caza y la recolección, buscando y robando de otros; y al proceso de definir la estructura social y las normas que han de aplicarse. Una especie de ‘Lord of the flies’ urbana, que nos enfrenta a cuál sería nuestro lugar, quiénes seríamos, en esa nueva estructura postapocalíptica, en la que el mundo tal y como lo conocíamos deja de ser como era: trataríamos de ayudar y apuestan por la colaboración para todos; o nos decantaríamos por el autoritarismo y la supervivencia individual, o del grupo. Y para expresar esos dos puntos de vista nos propone dos personajes arquetípicos de cada una de las posiciones. Por un lado, una joven pareja enamorada, Myung-hwa (Park Bo-young), enfermera, y su novio, Min-sung (Park Seo-joon), servidor público. Ella tiene claro que hay que ayudar a los menos favorecidos; y él quiere protegerla a ella. Por otro, Yeong-tak (magnífico Lee Byung-hun), un hombre al que nadie parece recordar en el edificio, pero que emerge heroicamente para apagar, con la ayuda de Min-sung, un incendio en uno de los apartamentos, que sin su intervención podría haberse extendido por todo el edificio. Por esa actuación, es designado como líder de la «junta de residentes», siendo su primera decisión expulsar, al frío invierno y a la casi segura muerte por congelación y falta de alimentos, a todos los que no fueran propietarios de un apartamento en el edificio. Un hombre en principio tímido, desconfiado y distante, pero que según asume más poder, se torna más oscuro y violento para proteger la comunidad; y al que vamos conociendo a través de oportunos flashbacks. Entre Myung-hwa y Yeong-tak, se sitúa Min-sung, que mantiene una lucha interna entre el altruismo de su novia y el egoísmo de la supervivencia del grupo de su nuevo líder. Poco a poco la comunidad se convierte en un estado cerrado, casi dictatorial, con reglas cada vez más estrictas, y con graves consecuencias para el que las incumpla. La comunidad del edificio se reorganiza socialmente en castas o clases, casi medievales, donde la distribución de los escasos alimentos se distribuye en atención a lo que aporta cada uno. La desconfianza es creciente, la comida y el agua escasean, se han perdido las conexiones eléctricas, y no hay luz ni calefacción. Con una mirada detallada e inmersiva, observamos el proceso de reconstrucción, y la toma de decisiones, cada vez más complejas, en las que se ponen a prueba los límites éticos y morales de la conducta humana. Pero no pueden vivir eternamente en ese micromundo aislado, no son autosuficientes y se ven forzados a conquistar otros lugares, a buscar fuera de las fronteras creadas. Vemos un lugar, donde hay gente que se ayuda, otros mueren de frío y hambre, y otros tratan de mantener lo que tienen. Un lugar donde sobrevive el más fuerte, donde reina la violencia, la ley del más fuerte. Pero, siempre hay alguien más fuerte…

Dirigida con intensidad y buen pulso, combinando la acción con momentos de mayor intimidad, el director coreano juega con los géneros: cine de catástrofes distópico, construido sobre un cine social y político, confeccionado con hilos de violencia (en ocasiones rozando el gore), suspense y acción, y con pinceladas destellos de humor negro (ya desde el título). La cinematografía transmite la frialdad del ambiente y la oscuridad de los comportamientos humanos, con una paleta gris azulada, que contrasta con la luminosidad de los flashbacks y los momentos compartidos en los hogares; un montaje dinámico y rápido, con composiciones y ángulos dramáticos, que llenan el encuadre, y que parecen remitir a las viñetas de un cómic.

Un drama social sobre la inmigración y la disparidad económica, en el que late el concepto de pertenencia, de propiedad, de hogar y de la diferencia. El eterno conflicto entre el endogrupo y el exogrupo, cualquiera que sea el rasgo definidor de uno u otro: la propiedad o no de una casa, clase social, características físicas, étnicas, procedencia,… La alegoría de un mundo demasiado real (no solo el coreano), donde los hogares están cerrados, donde se establecen fronteras para excluir a los otros, a los diferentes, a los de fuera, sin importar su final. Pero no se pueden poner puertas al campo, no se puede contener la fuerza del mar en un cubo de playa, y es evidente que no puede haber unos (los menos) que tengan todo, y otros (la mayoría) que no tengan casi nada.

Sin embargo en ese entorno de oscuridad, a lo largo de la película brilla una luz de esperanza, a través de vidrieras de colores, no tanto en la humanidad, sino en los individuos; iluminando la otrora gris y apagada existencia, con destellos de solidaridad y empatía.

«They were just ordinary people.»

MÁS INFORMACIÓN

Web oficial: –
IMDb: http://www.imdb.com/title/tt13086266/
FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film155751.html