A través de Samay, su "alter ego" infantil, el director indio nos sitúa en un momento de cambio. Con diez años descubre la magia del poder narrativo de la luz proyectada en la sala de cine oscura. Un descubrimiento que le atrapa y enciende en él la necesidad de cruzar al otro lado, de descubrir lo que se encuentra detrás, de penetrar la ilusión, y pasar de ser un receptor de historias a un creador, a un narrador...