Una película que no hace alarde de grandes movimientos de cámara, que es lenta y evocadora, cediendo todo el protagonismo a la estética visual y a su protagonista principal. Y es que Rinko Kikuchi es la película, casi omnipresente, creciendo a medida que avanza, transformando su miedo, su soledad, en una búsqueda cuasi mitológica, acentuado por la narrativa visual y puesta en escena...