FICHA TÉCNICA
País: Alemania
Dirección: Maria Schrader
Guión: Jan Schomburg, Maria Schrader. Historia: Emma Braslavsky
Fotografía: Benedict Neuenfels
Reparto: Maren Eggert, Dan Stevens, Sandra Hüller, Hans Löw, Annika Meier, Jürgen Tarrach, Wolfgang Hübsch, Falilou Seck, Henriette Richter-Röhl
Género: Comedia
Año: 2021
Duración: 108′
SINOPSIS
Alma (Maren Eggert) es una científica que trabaja en el famoso museo Pergamon de Berlín. De cara a obtener fondos para su investigación acepta participar en un estudio fuera de lo normal. Durante tres semanas vivirá con un robot humanoide que está programado para encajar con su personalidad y necesidades. Así es como Alma conoce a Tom (Dan Stevens), una máquina altamente desarrollada que ha sido creada única y exclusivamente para hacerla feliz.
TRAILER
NUESTRA OPINIÓN
«Everyone wants to be happy.»
El retrato de la relación entre humanos y sus creaciones artificiales ha sido una constante en el cine. Desde los asistentes virtuales como el Hal-9000 de ‘2001: A Space Odyssey’, o la seductora voz de Scarlett Johansson en ‘Her’. Adoptando formas humanas, ya sean inanimadas, como en ‘Mannequin’ (1997) o ‘Air Doll’ (2009), o bien androides como en ‘Blade Runner’, ‘Ex Machina’, ‘Inteligencia Artificial’ (2001), ‘I, robot’, o ‘El Hombre Bicentenario’ (1999). También las series se han dedicado al tema, bien dedicándole un capítulo como el de «Be Right Back» en ‘Black Mirror’ o una serie completa, como la nórdica, ‘Real Humans» (‘Äkta Människor’).
Maria Schrader (‘Stefan Zweig: Farewell to Europe’, 2016; y la serie ‘Unorthodox’, 2020), se basa en una historia corta de Emma Braslavsky, para aproximarse a esa relación, en una película de ciencia ficción (o casi solo ciencia), mundos distópicos (pero no tanto) y mucha comedia romántica. La premisa se inicia con un «boy meets girl«, pero en versión «girl meets boy«, siendo el «chico» Tom (Dan Stevens), un androide creado para satisfacer los deseos y hacer feliz a Alma (Maren Eggert), mujer profesional e independiente dedicada a su trabajo, con un pasado complejo con los hombres, y con una concepción clásica del amor.
Una película que, desde su planteamiento, juega con las metáforas, desde el nombre de la protagonista «alma», cuya atribución se plantea en la actualidad en torno a los androides con creciente complejidad; hasta su profesión, la de una antropóloga que estudia la poesía en textos cuneiformes de la antigua Mesopotamia. A través de esos elementos se conforma la estructura narrativa, articulada como conflicto entre el pasado y el presente (y futuro) tanto personal como de la humanidad, de la capacidad de creación y la condición humana, de lo emocional frente a lo puramente programado, sobre la posibilidad de amar a un androide (por muy perfecto que sea). Una mirada a la capacidad de sorpresa, de innovación y creatividad más allá de lo estrictamente codificado, como elemento que define esencialmente al ser humano. Nos enfrenta así al conflicto interno entre la satisfacción de nuestras necesidades, la comodidad de lo conocido, frente a la necesidad de propósito, de búsqueda, de descubrimiento; entre el propio concepto del amor y la condición humana, que tiene mucho que ver con la libertad, con el libre albedrío y la elección. El sedentarismo frente al nomadismo emocional, lo predecible frente a lo impredecible, el perpetuo monólogo egoísta de nuestras necesidades, frente a la chispa de lo inesperado. Parece que no aceptamos una entidad programada para satisfacer al otro, que supera el individualismo y los intereses propios al objeto hacer feliz al otro, como hace Tom. Sin embargo, ¿no intentamos los humanos en nuestras interacciones sociales y amorosas, adaptarnos a las necesidades y hacer feliz al otro, no nos entregamos a los gustos y deseos del otro, perdiendo algo de nosotros mismo en el proceso? Es quizá la imperfección, la diferencia y la inseguridad lo que nos obliga a buscar y aprender, a mejorar y evolucionar.
La propuesta de Schrader es entretenida, elegante y sofisticada y se apoya en las magníficas interpretaciones de Maren Eggert y Dan Stevens, y del resto del reparto, que cumple con creces. Opta por una narración muy clásica (recuerda a las comedias románticas de Cary Grant y Katharine Hepburn), sencilla y atemporal, concentrada, mediante el uso de planos largos, en los encuentros de los dos personajes principales; con un uso preciso y bien integrado de los efectos visuales (el baile con hologramas), y una fotografía de tonos cálidos y suaves, sin estridencias. Destaca el uso de los espacios como elementos de definición y evolución de los personajes, el espacio doméstico y el profesional, de aislamiento, frente al del campo y la naturaleza, de comunión y encuentro. Este último apunta a una creciente separación de aquella, que nos hace más dependientes de la tecnología, y aparentemente más infelices, más encerrados en nosotros mismos y nuestros compartimentos vitales. Un tema actual, el de la creciente falta de tiempo y atención para los demás, acentuado desde la pandemia de la Covid-19, de forzado aislamiento, de afectividad virtual y contacto digital; pero que salvo el hecho, no menor, del punto de vista femenino (del «hombre objeto») no aporta demasiado, ni en fondo ni en forma, a otras propuestas de mayor calado filosófico y ético, a lo que ha podido contribuir la elección de la comedia como género.
Finalmente, Tom se presenta como un eco de nuestras propias limitaciones y potencialidades, de la curiosidad por aprender y por entender a los otros, en un mundo de creciente separación y dependencia tecnológica. Una película sobre la soledad, las relaciones y el amor, de lo que esperamos y lo que deseamos, de aprender mientras se enseña. Una película sobre la búsqueda de una «Piedra Rosetta» que ayude a descifrar los códigos de lenguaje y las emociones de cada persona.
«I’m acting in a play but there’s no audience.»
MÁS INFORMACIÓN
Web oficial: http://www.ichbindeinmensch.de/
IMDb: http://www.imdb.com/title/tt13087796/
FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film162299.html