FICHA TÉCNICA
País: Estados Unidos
Dirección: Tracie Laymon
Guión: Tracie Laymon
Fotografía: John Rosario
Reparto: Barbie Ferreira, John Leguizamo, French Stewart, Rachel Bay Jones, Lauren ‘Lolo’ Spencer, Ted Welch, Debra Sandlund, Tony Milder, Ashlyn Moore, Phil Elam, Takayla Williams, Tristan Thompson, Dale Holdren, Mike Fallin, Savio Carvalho
Género: Comedia
Año: 2024
Duración: 102′
SINOPSIS
Lily Trevino es un veinteañera insegura y solitaria que acaba de ser abandonada por su padre. Cuando decide seguir su rastro en Facebook, encuentra un perfil con el mismo nombre que él. Empieza a dar likes a sus fotos y comentarios. De esta manera conoce a Bob Trevino, un hombre afligido que ha perdido recientemente a su hijo y con el que acaba por entablar una estrecha relación de amistad que podría cambiar su vida para siempre.
TRAILER
NUESTRA OPINIÓN
«She’s screaming into the void.»
En su ópera prima, apoyada en un guion que retrata su experiencia personal, Tracie Laymon construye una dramedia íntima y contenida que se mueve con soltura entre el dolor familiar y el hallazgo de vínculos inesperados. ‘Bob Trevino Likes It‘ propone una mirada sincera sobre la orfandad emocional, la toxicidad heredada y la posibilidad de redención a través de la empatía. La escena inicial sirve como estupenda presentación del personaje de Lily, y marca el tono de toda la película, haciendo llorar a la psicóloga con su historia personal.
Barbie Ferreira encarna a Lily, una joven que lidia con el abandono de un padre narcisista, llamado Robert Trevino (French Stewart) y encuentra, por azar digital, a otro Bob Trevino (John Leguizamo), un desconocido que representa todo lo que su figura paterna no fue: presencia, cuidado y escucha. A partir de este improbable encuentro, la película reflexiona sobre la pertenencia, el dolor y la «familia elegida», en contraste con la familia biológica, haciendo de las redes sociales, no un espacio de alienación, sino un puente de conexión humana. Es destacable que en un momento de películas, y de una realidad, que se centra en lo más oscuro, en las diferencia y el conflicto, especialmente en las redes sociales; Laymon opte por la búsqueda de aquello que nos conecta, que sin ignorar la oscuridad y, afrontando el trauma, camina decidida hacia el encuentro y la luz; y en este sentido es un película transgresora y original.
Laymon opta por una narración clásica en su estructura, pero cuidada en su ejecución formal como proyección del cuidado hacía sus personajes. La cámara, contenida y observadora, se sitúa a la altura de los personajes, tanto física como emocionalmente. No hay excesos formales, ni travellings espectaculares, ni composiciones llamativas. La dirección de fotografía (John Rosario), sobria y sin artificio, se basa en planos medios y primeros planos que permiten al espectador conectar con los personajes. Los colores se inclinan por una paleta cálida y ligeramente desaturada, que huye tanto del contraste dramático como de la estética moderna. Los interiores son cotidianos, vívidos, a menudo ligeramente desordenados, como si la escenografía se hubiera armado a partir de un álbum de recuerdos. La imagen apuesta por la cercanía, pero nunca por la invasión, como expresión de uno de los temas de la película que habla de la intimidad como algo que se negocia, no que se impone. La película emplea el silencio como forma narrativa, así la relación entre Bob y su esposa Jeanie (Rachel Bay Jones) convierte la falta de diálogo directo en una omisión deliberada, en un distanciamiento, también físico, que se rompe cuando el duelo se verbaliza (a través de las fotos del hijo fallecido) y permite la cercanía física y el diálogo. Aquí, el montaje actúa con precisión: la elipsis y la dilación refuerzan el impacto emocional sin necesidad de música ni subrayado dramático.
Y es que la ausencia de subrayado es otro de los puntos fuertes de la película. Narrativamente, no hay grandes giros ni acumulación de peripecias. Laymon aborda el trauma sin subrayados dramáticos, optando por una puesta en escena austera que confía en los matices actorales y en los silencios. El duelo, la soledad, y la necesidad de ser visto aparecen como capas que se revelan en gestos mínimos; ya sea una conversación junto a un inodoro, un álbum de fotos compartido, una salida de camping, o un meme convertido en ancla emocional. El conflicto está en los personajes, y la tensión dramática se construye a partir de sus decisiones emocionales, muchas veces imperceptibles. Es en esta economía narrativa donde Laymon encuentra su estilo, insinuar más que gritar; lo que implica a su vez una toma de posición ética y estética: frente al drama familiar exacerbado o la comedia de manual, propone un discurso contenido sobre la fragilidad y la elección afectiva. La película sugiere que los vínculos verdaderos no se imponen ni se heredan: se construyen, a veces, mediante prueba y error.
Sin recurrir a un excesivo sentimentalismo, y huyendo del cinismo, la cinta encuentra un notable equilibrio entre lo cómico y lo conmovedor, sosteniéndose sobre un guion preciso y actuaciones que destilan verdad. No es una película que sorprenda, pero si logra conmover con serenidad y sin excesos. La película se inscribe en una tradición del cine indie norteamericano que privilegia lo emocional sobre lo espectacular, en una coherencia estética que articula con precisión la idea de que el amor, a veces se manifiesta en los márgenes, en lo no dicho, en lo que apenas se insinúa. Tracie Laymon demuestra que para emocionar no hace falta gritar, sino mirar (y mostrar) con atención.
«We’re all a bit broken.»
MÁS INFORMACIÓN
Web oficial: https://www.bobtrevinolikesit.com/
IMDb: http://www.imdb.com/title/tt28613536/
FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film240624.html